Hacía tres años que habíamos planificado este viaje a Jordania. La pandemia nos impidió realizarlo; ahora, por fin, lo recuperamos con más ilusión, incluso, que entonces. Nos embarcamos en esta aventura con la certeza y la alegría de rencontrarnos con un tiempo perdido.
Día 7 de abril
Salimos de Torrelavega a primera hora de la mañana. Viaje en autobús. Una breve parada técnica en Lerma y llegamos a Madrid, sin mayores contratiempos, poco antes de la una del mediodía.
Deambulamos largo y tendido por el aeropuerto, facturamos, pasamos los controles y nos sentamos a comer. Tras la comida nos toca un buen tiempo de espera: el avión saldrá con retraso. Primero parece cuestión de media hora, después, una. Al final salimos a las seis menos cuarto; la hora de salida era las cuatro y media.
El vuelo, bien; tranquilo, alguna pequeña turbulencia, y rápido; el avión recuperó algo del tiempo perdido en Madrid. Ya en Amman, trámite de pasaportes y recogida de las maletas; esperar el transfer al hotel y viaje hasta el mismo. Se nos acabó el día siete en el camino.
En el hotel, reparto de habitaciones y, como cena, unos bocadillos y agua. Es tarde; hay que dormir de prisa porque mañana, a las ocho, salimos de ruta.
Día 8 de abril
A la hora fijada, partimos del hotel rumbo a Ajlun. En esta ciudad montañosa destaca su imponente castillo conocido como Qal’at er-Rabad. Su silueta se divisa desde varios kilómetros antes de llegar. Es una de las construcciones medievales mejor conservadas de Jordania. Fue construido en torno a 1185; conquistado y destruido por los mongoles en 1260, rápidamente es reconstruido y ampliado por el sultán mameluco Baibars . Protegía las rutas entre Damasco y el sur de Jordania, garantizando así la seguridad de las caravanas de comerciantes. Como curiosidad, decir que se convirtió en una estación de recambio y descanso de las palomas que transmitían mensajes entre Damasco y El Cairo en tan sólo 12 horas.
Es una construcción eminentemente defensiva; dan fe de ello las almenas, el foso, las saeteras y los matacanes. Recorremos sus dependencias a las que se accede por tramos de empinadas escaleras. Hay también un pequeño museo donde se guardan algunos mosaicos así como pilas de piedras que, a modo de munición, se utilizaban para ser arrojadas con las catapultas.
A poca distancia de Ajlun se encuentra la ciudad de Jerasch. Aquí sólo nos interesan las ruinas greco-romanas. Ocupan una gran extensión y son una auténtica maravilla. Entramos a la ciudad por el Arco triunfal, en el sur; dejamos a la izquierda la imponente construcción del hipódromo y avanzamos hasta el arco de Adriano, del siglo II. Aquí se inicia el Cardo Máximo que es la larga calle que recorre y vertebra la ciudad, en este caso, de sur a norte. Punto especial al que se accede por esta calle es el enorme Foro, una columnata oval de amplísimas dimensiones. Es el complemento perfecto del templo de Zeus, situado en una terraza elevada a su izquierda.
Continuamos caminando por el Cardo Máximo maravillándonos de su estructura; debió de estar flanqueado por pórticos de los cuales quedan un gran número de columnas; sobre gran cantidad de ellas todavía hoy permanecen los capiteles. El piso está enlosado con enormes planchas talladas de piedra en las que pueden verse las marcas de las ruedas de los carros que por allí circularon. Más adelante, nos sorprenden las columnas corintias del templo de Artemisa.
Pasado el templo de Artemisa y siguiendo siempre el Cardo Máximo, encontramos a la izquierda las ruinas del Macellum; era un mercado cubierto; muchas de sus columnas aun se elevan sobre sus pedestales originales; la parte superior se ha perdido. Más adelante, también a nuestra izquierda, está el Ninfeo. En el cruce con el Decumano Sur se yerguen las cuatro pilastras con hornacinas que constituían la base del Tetrapillum. El Cardo Máximo se cierra por el norte con una nueva puerta. Nosotros no llegamos hasta allí; tomamos el Decumano Norte y accedemos por él al Teatro del Norte. Construido en torno al año 165 fue utilizado como Odeón hasta los siglos V-VI. Se trata de una estructura creada exprofeso para teatro. Es un espacio magnífico. Pero el guía, Amin, nos promete algo más extraordinario aún: el Teatro del Sur.
Hacia el Teatro del sur regresamos ahora, pero antes pasamos por las ruinas de un grupo de iglesias bizantinas construidas en torno al año 533. Están situadas próximas al templo de Artemisa. La más interesante es la dedicada a San Cosme y San Damián. Se conserva buena parte del piso con mosaicos.
Detrás del templo de Zeus nos aguarda la sorpresa prometida por el guía. El Teatro del Sur es un espacio mayor que el Teatro del Norte. Fue construido en torno al año 96; la cávea está compuesta por una doble gradería de 32 filas de asientos; la acústica es extraordinaria y sorprendente. Está muy bien conservado y restaurado con esmero; en él tienen lugar hoy en día diversas actividades culturales.
Desde aquí nos vamos a comer y después vuelta a Amman. El autobús nos deja a la mayoría al lado del Teatro Romano, en el centro de la ciudad. Deambulamos un rato por esta zona llena de tiendas de todo tipo y una marabunta de coches y desconcierto de tráfico.
Fotografías de Jerash
Día 9 de abril
Hoy tenemos un nuevo guía; se llama Aiman; estará con nosotros hasta el final de nuestra estancia en Jordania. Salimos de Amman con dirección a Petra, pero antes de llegar allí nos queda mucho por el camino.
La primera parada la hacemos en el Monte Nebo. La neblina o calima no nos deja ver ni el río Jordán ni el Mar Muerto ni Jerusalén, que están próximos. Suponemos que cuando Moisés subió a este monte con Josué el día estaría más claro y les permitiría a ambos ver la Tierra Prometida: Jerusalén. ¡Que disgusto sentiría Moisés quien por su falta de fe no pisaría esa Tierra Prometida! Parece un castigo muy duro que después de conducir a su pueblo desde Egipto, entre penas, sufrimientos y sinsabores, por un momento de debilidad o duda, se quedase sin el merecido premio final. ¿Tendría Josué algo que ver en ello ya que era su único acompañante? Ni siquiera ha quedado el recuerdo de la tumba o enterramiento de Moisés.
El Monte Nebo es hoy día un lugar en el que los Franciscanos han montado una estructura, bastante turística y comercial, en torno a la antigua iglesia. En el exterior y en el interior de la misma, se conservan unos bellos y valiosos mosaicos. La visita del Papa Juan Pablo II ha subido el valor económico del Monte Nebo.
De camino hacia la cercana ciudad de Madaba nos detenemos a visitar un centro de fabricación de mosaicos; en torno a él hay montado un negocio de venta tanto de los propios mosaicos como de piedras típicas de diversos colores engastadas en pendientes, anillos, collares y un sinfín de adminículos de variados tipos. Todo un conglomerado de productos para el turismo.
En Madaba hacemos una visita a la iglesia ortodoxa de San Jorge para ver el famoso mosaico de Tierra Santa. Cubre parte del suelo de la iglesia; es de la época de Justiniano; en él se representa una especie de mapa de Palestina para uso de los peregrinos que se dirigían a Tierra Santa.
Un pequeño ajuste en el programa: en vez del Castillo de Kerak iremos a Umm-ar-Rasas. De origen nabateo, parece que después fue un centro militar romano que pasó sucesivamente a manos bizantinas antes de integrarse en territorio del Islam. Dentro de este antiguo asentamiento del que se conserva parte de la zona amurallada por los bizantinos, se han encontrado un conjunto de iglesias semi-subterráneas. Se cuentan hasta 16, muchas de ellas con mosaicos bien conservados en el piso. Destaca la de San Esteban, cuyo suelo aparece casi intacto con abundante y compleja decoración.
Fotografías de mosaicos
En ruta hacia Petra, hacemos una breve parada en el castillo de Shawbak para tener una vista panorámica del mismo. Situado en un lugar estratégico, domina el valle del mismo nombre. Fue mandado construir en 1115 por el rey franco de Jerusalén para proteger la ruta que unía Siria con Egipto.
Día 10 de abril
Hoy dedicamos todo el día a visitar Petra. Es uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes del mundo; la principal atracción turística de Jordania. Esta ciudad fue construida, excavada y tallada en la roca, por los nabateos hace más de dos mil años. Los nabateos, que originariamente eran nómadas, llegan a la zona de Petra en el siglo VI a. C. y aquí se hacen sedentarios. La ciudad tuvo un desarrollo económico importante por estar en una ruta comercial que conectaba la Península de Arabia con el área de Siria y con Egipto. Cuando Petra es anexionada al Imperio Romano en el año 106 d. C., empieza a perder importancia debido al cambio de orientación de las rutas comerciales. En el siglo VI, un violento terremoto pudo ser la causa de su abandono. Desde entonces no hubo noticias de Petra, en el mundo occidental, hasta que fue descubierta en el año 1812 por John Lewis Burckhardt.
Accedemos a la ciudad a través del Siq, una impresionante grieta abierta en la roca de arenisca por fenómenos geológicos naturales y por la corriente del Wadi Musa. Por momentos, las paredes parecen tocarse. A lo largo de todo el trayecto por el desfiladero encontramos vestigios de construcciones, altares, figuras y diversas tallas realizadas en la roca por los diferentes pueblos que por aquí pasaron, dejando, así, muestra de su existencia.
A la vuelta de un recodo del Siq, se presenta de improviso frente a nosotros la fachada del Tesoro. Es un momento particularmente interesante y emotivo, un fogonazo de belleza y esplendor. Templo o tumba real, no se sabe con certeza. Tallado en la roca con precisión; excavado de arriba a abajo, se precisa tener una afinada intuición o visión arquitectónica. Tiene una altura de 40 metros y una anchura de 28.
Nos introducimos en la ciudad siguiendo el camino que marca el río; aparecen a ambos lados gran cantidad de estructuras talladas y excavadas en la roca. Destaca el teatro y gran cantidad de tumbas de una amplitud y magnificencia extraordinarias.
Al final de la ciudad baja arranca el camino que lleva al Monasterio (Ad Deir). Es, junto con el Tesoro, el monumento más impresionante de Petra. El camino de ascensión hasta él sobrepasa los ochocientos escalones, sin contar los tramos de rampa carentes de escaleras, pero la dureza de la subida se ve compensada ampliamente por la belleza del paisaje de roca con infinidad de formas y colores distintos.
Saliendo ya de Petra, el día se torna oscuro y tormentoso; no tarda en llegar la lluvia; primero suave, soportable, pero pronto la tormenta se adueña de la tarde; truenos y relámpagos; la lluvia gana intensidad por momentos. Algunos acabamos bastante mojados. Podemos decir que en poco tiempo hemos visto Petra bajo distintos prismas: sol y calor, nubes y neblina, truenos y relámpagos, finalizando con lluvia fuerte y persistente.
Fotografías de Petra
Día 11 de abril
El día amanece lluvioso y con mucha niebla. Durante la noche ha llovido bastante, con momentos de tormenta. Hoy nos dirigimos, en primer lugar, a la Pequeña Petra. Recibe este nombre porque tiene algunos elementos comunes con Petra: su origen nabateo, la presencia de una estrecha garganta de entrada, siq, y edificios excavados en la roca.
La Pequeña Petra está situada al norte y muy próxima a Petra. Parece ser que aquí llegaban las caravanas de mercaderes; estas se quedaban en el exterior que estaba vigilado y protegido. Los mercaderes, dueños de las caravanas, entraban en la ciudad y en ella pernoctaban y permanecían el tiempo preciso. Las construcciones y estructuras excavadas en la roca que aquí se ven parecen más destinadas al descanso y relax que al tipo funerario y sagrado de las de Petra.
Una fina lluvia nos impide caminar con tranquilidad y detenernos más por el interior de la ciudad; por ello, retornamos pronto al autobús y ponemos rumbo a Wadi Rum. En el trayecto, cesa la lluvia y se desvanece la niebla. Llegamos hacia el mediodía.
Unos coches todo terreno nos conducen por el desierto. El espectáculo es precioso: arena rojiza y montañas de arenisca con formas caprichosas y retorcidas. A lo largo del trayecto hacemos dos paradas. La primera, al pie de una duna; ascendemos hasta la cima, una pequeña explanada de roca. El tramo de ascenso no es prolongado, pero dificultoso porque se entierran los pies en la arena. Bromas y fotos y descenso hasta los coches.
En la siguiente parada, un paraje particularmente llamativo y con un encanto especial se abre ante nuestros ojos; una perspectiva extraordinaria del desierto; está enmarcada en dos farallones de formas retorcidas y atormentadas; la vista es sencillamente espectacular. Desde aquí, al hotel. Comida y tarde libre para descubrir, por nuestra cuenta, nuevos rincones del desierto.
Antes de la cena, en la cafetería y con el aroma del café, se monta una pequeña fiesta con disfraces y bailes árabes. A destacar también el espectáculo en torno al típico asado bajo tierra de cordero, pollo y verduras. Será nuestra cena de esta noche. Después, la casa invita a un te con menta; y, de nuevo, animación con música y danza.
Fotografías de Wadi Rum
Día 12 de abril
Hoy ha sido un día prácticamente entero de autobús. Salimos de Wadi Run con dirección a Ammán. La monotonía del viaje sólo se rompe con la preceptiva parada técnica y los sobresaltos que nos da el conductor; con su manera de conducir un tanto acelerada hace que los pasajeros boten en sus asientos más de la cuenta. A alguno le cuesta un buen golpe; por suerte queda como una anécdota, aunque podía haber sido peor.
Cuando llegamos a Ammán llueve con intensidad. Hacemos una visita «panorámica» por la zona VIP de la cuidad. La verdad que esta visita panorámica ha sido muy peculiar, siendo suave en el calificativo. Entendemos que el tráfico es desastroso y caótico, pero… Suerte que el primer día de estancia en Jordanía ya habíamos estado visitando algo del centro de Ammán.
El almuerzo sí marca hoy la diferencia. Es un restaurante que ofrece comida típica jordana. Nos presentan un menú compuesto por diversos platos compartidos por mesas; algo así como un menú degustación. En general, nos ha gustado.
Después de comer, al hotel. Llueve; la circulación es frenética y nerviosa; el trayecto de diez minutos, según el guía, nos lleva casi una hora. Pero nos ha permitido contemplar el modo particular de conducir en Ammán, donde el riesgo es continuo y cada uno escapa de él como puede. Tarde libre, pero la lluvia continua y constante anima muy poco a salir; además, como es el mes de Ramadán, cierran todo entre las siete y las ocho de la tarde.
Día 13 de abril
El día amanece como acabó el de ayer: lloviendo. Por la mañana está programada la visita a dos castillos del desierto; ambos están en dirección este, hacia la frontera con Irak. El primero es Qusayr-Al-Amra. Más parece un pabellón de recreo, descanso y caza que un castillo. Fue construido en el siglo octavo por un califa de la Dinastía Omeya; usado también como residencia temporal de los Omeyas. Es una construcción de reducidas dimensiones, pero la abundancia de decoración le hace único; las paredes y los techos están completamente recubiertos de imágenes al fresco cargadas de simbología. Algunas están deterioradas, pero, en general, se conservan bien. Es Patrimonio Mundial.
Fotografías de Al Amra
El segundo castillo que visitamos es Qasr El-Kharana. Este sí parece un caravasar; es decir, un lugar de parada de las caravanas comerciales. Pero tampoco está muy claro, dada su lejanía de rutas comerciales. Su aspecto exterior es el de una construcción recia y fuerte. Presenta un gran patio central que debió de estar cubierto por una cúpula. Tiene dos plantas; en la primera están los locales para alojar y dar descanso al ganado de transporte. También en la planta baja hay habitaciones para la gente más corriente que conducía el ganado y atendía la logística del transporte. En la planta alta, las dependencias parece ser que eran las que usaba las personas más importantes: comerciantes, mercaderes y dueños de las caravanas.
Volvemos ahora hacia el Mar Muerto. Comemos en el restaurante del hotel desde el que accederemos a los baños. Un microbús destartalado, sucio y cutre nos conduce hasta la playa. El día sigue feo, poco claro y fresco; llovía aun mientras comíamos. Pero hemos llegado hasta aquí y ya no nos iremos sin tomar el preceptivo baño. Casetas incómodas y con estructura deficiente; arena pegajosa. El agua sucia y espumosa, con multitud de ramas y restos vegetales, pero cumplimos el rito y nos metemos en el mar. Después, sesión de barros y de nuevo al agua para despegarlos. La ducha final termina con el lodo y la sal. Cuando nos vamos, el día empieza a aclararse y el sol apunta entre las nubes.
Día 14 de abril
Día de regreso; de buena mañana salimos del hotel con dirección al aeropuerto; superados los trámites de facturación y documentación, embarcamos. Llegada a Madrid; más trámites y recogida de equipajes. Nos espera Juan con su autobús y otro buen número de horas de trayecto; acabando el día, llegamos a Torrelavega. Por fin hemos podido realizar el viaje a Jordania; gracias a Jose por el empeño en conseguirlo y por su buen hacer en general. Han sido unos días maravillosos; la convivencia y la buena relación entre todos, como siempre, lo mejor.