La última semana de septiembre, nos juntamos el grupo de Amigos de Labastida, casi al completo, para disfrutar de tres días de relax y paseos por el monte. Carmen y Segundo fueron los anfitriones en su casa de Roscales de la Peña, en el norte de Palencia.

Llegamos el día 27 a media mañana. El cielo despejado y la buena temperatura nos dieron ánimo para salir al monte después de comer. La idea primera era buscar setas por los pinares, pero el tiempo prolongado de calor y escasez de lluvia la hacían inviable; en efecto, tras largo rato de búsqueda, únicamente encontramos un níscalo solitario.

Níscalo solitario en los alrededores de Roscales

Dejamos de un lado el interés por las setas en espera de ocasiones más propicias y disfrutamos de la tarde y del paisaje haciendo una ruta circular hasta llegar de nuevo a Roscales. La luz a estas horas aporta unos matices de tonos y colores que hacen que los campos y las montañas tengan un encanto especial.

El plan para el segundo día es la Tejeda de Tosande. Ya conocemos la ruta, pero siempre es agradable volver a hacerla y apreciar una vez más estos árboles tan particulares. Está muy cerca de Roscales, por ello no hemos de madrugar. Tras el desayuno, preparados bocadillos y bebidas, partimos. El día no es diáfano como ayer, pero la temperatura es ideal para caminar.

Ya se nota el avance del otoño no tanto en la vegetación que sigue exuberante, pero sí en las pequeñas plantas, típicamente estacionales, que aparecen en las praderías y márgenes de los caminos; son las quitameriendas con sus llamativos tonos violeta. En torno a su nombre surge un pequeño debate sobre el origen y razón del mismo; el que escribe apunta que se debe a que, al acortar los días y menguar la tarde, pastores y agricultores que viven en el campo ya no necesitan llevar merienda. Muchos años atrás, había expresado lo mismo con palabras sugerentes y poéticas.

Como la marcha circular no es muy larga, decidimos, al llegar a la entrada de la Tejeda, caminar un trecho más; después retornaremos a este punto. Suerte o premio, pero en un prado cercano encontramos setas: champiñones. Nuestro experto micólogo, Vasi, nos dice que son buenos y perfectamente comestibles;. Escasos; por más que buscamos en el entorno, no aparecen más. Los juntaremos con el níscalo de ayer.

El día ha levantado un poco; han adelgazado las nubes y la luz que estas tamizan envuelve el paisaje y resalta los tonos verdes del suelo y da cuerpo a las matas individuales de espino.

Empezamos la subida a la Tejeda. Lentamente, con calma; el camino se empina y retuerce entre robles y hayas. Un halo de misterio impregna todo el bosque. Silencio; tan sólo el leve rumor de nuestras pisadas sobre las hojas caídas; nos sentimos afortunados por ser parte momentánea de este ámbito.

Unos metros más de ascensión y, de pronto, los tejos; agarrados a la tierra pedregosa, retorcidos en escorzos imposibles. Centenarios. Innumerables vientos, tormentas, soles, nieves…han moldeado sus atormentadas efigies. Auténtico espectáculo; todo el cansancio de la ascensión hasta aquí queda compensado por la magnífica visión de los tejos.

Fuera ya de la Tejeda, se abre el valle, ahora diáfano, a nuestros pies. Toca descender por la otra vertiente, también entre robles y hayas penetrados de haces de luz; no es fácil la bajada, pero el entorno compensa toda dificultad.

Para el último día, habíamos planeado dirigirnos hacia la cascada de Mazobre, cerca de Cardaño. Una vez allí, realizar la senda y comer en Triollo para volver a Torrelavega. Pero el día sale lluvioso, no adecuado para caminar. Cambiamos de planes; nos dirigimos a Barruelo de Santullán para conocer de cerca la Historia de la Minería en esta zona de La Montaña Palentina.

En el centro de interpretación proyectan un vídeo en el que se describe con detalle cómo se fue formando el carbón a lo largo de las distintas eras geológicas. También nos informan de las particularidades de las minas de carbón de esta zona y cómo debieron adaptarse a ellas para su explotación. Después visitamos la mina; es una reproducción que nos permite hacernos una pequeña idea de lo que era el duro trabajo del minero.

Comemos en Brañosera, cerca de Barruelo, en casa Cholo. Un cocido montañés extraordinario y unos buenísimos garbanzos con almejas; también los tenían con gruños, pero los dejamos para otra ocasión.

Y así terminan estos maravillosos días de relax en Roscales y alrededores. Las sensaciones de bienestar y calma que se producen cuando estamos entre amigos son insustituibles y un acicate para seguir cultivando y fomentando esta amistad.

Algunas otras fotos en el siguiente vídeo

QUITAMERIENDAS

Vídeo